Marcos Tulio Carrillo

55 años

El 31 de marzo de 2016, el alcalde del municipio La Ceiba, Trujillo, recibió 8 tiros cuando estaba en la puerta de su casa. Fue sorprendido por dos sicarios. Para su esposa no ha habido justicia.

La tierra de “El Zancudo” y de “El Cagón”, dos de los delincuentes más buscados de Venezuela

El municipio La Ceiba podría ser uno de los más productivos del país. Tiene un puerto internacional que comunica a Trujillo con todo el mundo, una cementera y una carbonera. Sus tierras son ideales para la siembra de musáceas y para la cría de ganado. Pero el parque industrial parece un cementerio de máquinas y 4 dólares de ganancias al mes desaniman a cualquier productor agropecuario. 25 kilómetros de carretera mal asfaltadas y sin iluminación aíslan  a los pobladores de otras opciones de trabajo y bienestar sociocultural. En La Ceiba a percepción del futuro oscila entre la violencia y la pobreza.

 

"Por favor Dios, que no le pase nada a mi nieto”. Con tal ruego comienzan todas las mañanas de Jaime*, un sexagenario que ha vivido toda su vida en el municipio La Ceiba de Trujillo.

Jaime trabajó en un hospital público y sabe que, por lo general, los delincuentes mueren jóvenes. Su nieto, que comenzó a hurtar a los 17 años de edad, ahora tiene 22 e integra una de las bandas criminales de la parroquia Santa Apolonia. Lo admite con pesar y teme que luego de las frecuentes balaceras que atemorizan a los habitantes de esa localidad le sobrevenga la noticia de la muerte del joven delincuente. Teme que sus oraciones no alcancen para mantenerlo vivo.

Asegura que en Santa Apolonia proliferan  pequeñas bandas de “muchachos” que se dedican al hurto de viviendas, tal como lo hace su nieto.  Considera que la mayoría de “los otros”, es decir los homicidas, secuestradores y extorsionadores, han migrado hacia municipios aledaños, debido a la acción policial y a los ajustes de cuentas entre bandas. Pero las estadísticas oficiales disponibles son contundentes: en 2013 la tasa de homicidios de esta localidad alcanzaba 216 por cada 100.000 habitantes, según se precisa en el último anuario de mortalidad publicado por el Ministerio para la Salud.

Jaime reconoce que los pobladores de Santa Apolonia no están en paz y que la violencia  es mayor en la capital de La Ceiba, donde la mayoría de los hacendados residen y tienen sus propiedades. Ellos son las principales víctimas de la delincuencia organizada en la zona.

 

 

La banda de “El Zancudo” y la banda de “El Cagón” son las más temidas en el Eje Panamericano de Trujillo, conformado por los municipios La Ceiba, Monte Carmelo, Bolívar, Sucre, Andrés Bello, Miranda, Candelaria, Carache y Márquez Cañizalez.

En un sitio web del Ministerio para Relaciones Interiores Justicia y Paz, estrenado en septiembre de 2017, los cabecillas de ambos grupos figuran en la lista de “los más buscados”, entre un total de 246 delincuentes que la policía no ha podido atrapar. Allí a los líderes de estos grupos solo se les endosa el delito de homicidio, sin embargo los pobladores de La Ceiba aseguran que el sicariato, el robo y la extorsión también forman parte de la gama de crímenes que cometen estos hombres y sus seguidores.

Darwin Rivas García, alias El Cagón tiene 21 años de edad. Su rival tiene, Yohandry Barreto tiene  25 y todos lo conocen como El Zancudo. Los lugareños dicen que ambos exhiben su poder de fuego por las calles de Santa Apolonia, montados en caballos o en motocicletas.

El detective del Cicpc Carlos* ha podido comprobar que algunos ciudadanos colaboran con los criminales. “Los delincuentes consiguen que los empleados bancarios de la zona les suministren información sobre la cuentas de  los productores agropecuarios. O les pagan por la información o se la exigen sin nada a cambio, bajo la amenaza de hacerle daño a sus familiares. Con esa información los delincuentes llaman a sus víctimas y las extorsionan”, explicó el funcionario.

El Cicpc también ha determinado que algunos vecinos de Santa Apolonia avisan a los presuntos delincuentes cuando un operativo policial llega a la zona.  “Cuidado con los petes (una forma de llamar a los locales a los cuerpos de seguridad)”, “Mosca, ahí viene el gobierno (en referencia a los funcionarios)”, son parte de la evidencia digital que el detective ha encontrado en teléfonos celulares incautados.

Lo que la policía científica sabe por años de investigación, Jaime lo sabe por experiencia propia. “Lamentablemente aquí todas las familias tienen al menos un integrante metido en esa red. De 100 familias, creo que son 20 las que se salvan. Por eso uno debe mantenerse callado, porque colaborar con la policia te deja una culebra a ti”, aseguró el anciano que reza todos los días por su nieto.

 

“Entenderse” con el hampa

Edgar Hernández es presidente de la Asociación de Bananeros y Papayeros del Estado Trujillo y a él recurren los hacendados que han tenido que “entenderse”  con la delincuencia (lo cual puede interpretarse como sucumbir o negociar) para que les permitan continuar con su actividad económica.

No tiene un número exacto de la cantidad de afectados por la violencia, pero sí asegura que la productividad del sector agropecuario ha mermado por el auge delictivo en la región. “A veces los productores tienen miedo de expandir sus negocios, aunque les esté yendo bien. Entienden que si los delincuentes se enteran de su prosperidad, pueden convertirse en víctimas de extorsiones”, explicó Hernández. Y acota que, “por pura suerte” él no ha engrosado esa lista que los cuerpos de seguridad tampoco son capaces de precisar.

 

 

Entre otros problemas que aquejan la economía local del municipio La Ceiba, Hernández menciona las dificultades para contratar mano de obra calificada, pues no hay escuelas técnicas y de las universidades  no egresan especialistas en el rubro de las musáceas, que son los principales productos de la zona. Y, en segundo lugar, la deficiencia en el servicio eléctrico. “A veces por día tenemos 50 bajones. Aunque no se apague la planta, que es necesaria para el riego, la frecuencia de los cortes suele dañarla”, indicó.

“Hemos tenido reuniones con las autoridades policiales, nos explican cómo están operando las bandas y cuáles son las estrategias que piensan aplicar. Siempre les pedimos más patrullaje, pero la situación de inseguridad continúa”, denunció Hernández.

La seguridad en La Ceiba está a cargo de tres cuerpos policiales y militares, los cuales instalan alcabalas en diferentes puntos antes de llegar a la capital del municipio, Santa Apolonia: la Guardia Nacional Bolivariana, la Policía del Estado Trujillo y la Policía Municipal.

Para el periodista de Sucesos Juan Pazos, la falta de dotación y mantenimiento de equipos ha mermado la efectividad de los cuerpos de seguridad. “La Policeiba tiene apenas 45 funcionarios que laboran en turnos de 20 hombres. Están tan mal dotados como lo está la Policía de Trujillo. Ves a los policías sin botas o con los pantalones rotos. Esa situación ha aumentado la cantidad de agentes que recurren al ‘martilleo’ como método de supervivencia”, señaló el reportero.

Considera que para cubrir la demanda de seguridad es necesario usar hasta helicópteros y lanchas, debido a la gran extensión del municipio y que tiene un puerto en el lago de Maracaibo, el cual se ha convertido en un espacio para “pescar” víctimas. Según el periodista, los pescadores se enfrentan a diario con el riesgo de  ser asaltados.

“La violencia antes era de tipo personal, por enemistades, por cosas pasionales. Para mí ha cambiado y ahora tenemos el terror del cobro de vacuna y el sicariato. Las muertes son más numerosas, más múltiples, ya no matan a uno o dos, las razzias duran días”, aseguró.

Pazos dice ser consciente de que convertirse en un cronista de la violencia de los pueblos de Trujillo es lo mismo que convertirse en blanco de la delincuencia. “Si yo hubiese sido apicultor, sabría que el riesgo es que me pique una abeja. Soy periodista y sé que el riesgo es morir, porque no tenemos protección de ningún tipo”, dice el comunicador social asegura haber recibido amenazas de muerte contra su familia.

 

“¿Qué pueden hacer esos muchachos?”

Las calles de Santa Apolonia se caracterizan por su tierra amarilla. Los parroquianos dicen que en los últimos ocho años se comenzó a urbanizar, con las obras de electrificación y asfaltado que ejecutó el alcalde Marcos Tulio Carrillo, el mismo que fue asesinado  frente a su casa, en mayo de 2016.

Pero las obras de Carrillo no fueron suficientes para garantizar el acceso de la población a servicios básicos y reactivar la economía local . En septiembre de 2017, el ambulatorio tipo II no podía atender emergencias por falta de insumos; la empresa productora de tostones Agro Industria Apolonia tenía cuatro meses cerrada; el Puerto Internacional de La Ceiba seguía paralizado por las trabas para el comercio con Colombia (a pesar de que en 2016 el gobernador Henry Rangel Gómez reinaguró las instalaciones portuarias); y en la sede de Cemento Andino no se veía movimiento alguno.

 

Las pocas personas que trabajan en las aguas del lago de Maracaibo lo hacen con condiciones precarias. Foto Iván Reyes.

 

Esto reduce las opciones de trabajo que tienen los ceibereños. “Uno vive de la agricultura, la ganadería y del que tenga su trabajo en la alcaldía, en el liceo y las escuelas”, explica Jaime y agrega que el comercio está reducido a los comestibles.

Para aprovisionarse de productos de primera necesidad o recibir atención médica especializada, los residentes de La Ceiba deben trasladarse al municipio Sucre, lo cual implica un recorrido de 25 kilómetros de vías sin iluminación y con asfaltado deficiente que demora aproximadamente dos horas. Si algún vecino de Santa Apolonia quisiera y pudiera darse un mayor “lujo”, como ver una película en el cine, tendría que recorrer 80 kilómetros hasta Valera.

“No hay opciones de nada. La gente se resguarda temprano o sale a riesgo. El único cine está en Valera y no hay transporte nocturno. Tampoco cuentan con un buen desarrollo en la parte deportiva. El Instituto de Deporte hace el esfuerzo, pero no hay incentivos para los deportistas que a veces no tienen ni cómo trasladarse. Entonces, ¿qué pueden hacer esos muchachos?”, lamenta Pazos.

Hernández, el representante de los agricultores de Trujillo, precisa que el sector emplea a aproximadamente 8.000 personas, con salario mínimo. Admite que la ausencia de oportunidades de empleo mejor remuneradas puede contribuir al auge delictivo.

Jaime coincide con Hernández: “Aunque la agricultura y la ganadería son las principales fuentes de empleo del municipio, las escuelas locales no educan para estas tareas. Los institutos universitarios están en otras regiones de Trujillo o incluso en estados cercanos como Mérida y Zulia”.

Y el sexagenario vuelve sobre su tragedia personal: “ A él lo conquistaron con el dinero -dice en alusión a su nieto delincuente. no consiguió trabajo después de graduarse de bachiller y se convirtió en una presa fácil de la red esa”. Siete tiros ya le marcaron el cuerpo al joven este año: estómago, piernas y brazos. “Yo creo que volvió por tanto que recé, yo creo que fue Dios quien lo protegió”, asegura sin dar más detalles de las razones por las cuales acribillaron a su nieto.

Jaime está resignado a lo peor: “Lo quería llevar por el buen camino, pero ahora es mi enemigo. Ya yo no le digo nada. Capaz me mata”.

* Nombre ficticio. Los informantes pidieron que se resguardara su identidad