Osmel Áñez García

15 años

Era uno de los más populares en su colegio, pero también un cruel practicante del bullying. Otro adolescente acosado cometió el error de hacer justicia por mano propia. La venganza terminó en tragedia

“Yo sentí el suspiro final de Osmel”

El bullying escolar cobró al menos una víctima en 2014. Osmel Áñez, de 15 años de edad, murió por impactos de bala que salieron del arma accionada por otro adolescente. El crimen ocurrió a 200 metros de un liceo de la parroquia El Junquito de Caracas, la segunda ciudad más violenta del mundo. Impedir que los compañeros de clase le tomaran fotos al cadáver, taparlo con una sábana y ver como la policía se llevaba detenidos a dos de sus alumnos fue parte de la labor que tuvo que asumir la docente Lisbeth Berrios

Vanessa Moreno Losada

 

Su experiencia de más de 10 años en aula se pusieron a prueba para afrontar algo que en la universidad no se enseña. Dentro del plantel, niños entre 7 y 12 años de edad terminaban una jornada deportiva intercolegial. Afuera, padres y representantes esperaban por los muchachos y algunos de ellos caminaban solos hacia la parada de autobuses más cercana. De pronto, todo se trastocó con el estruendo de unos disparos.

“Tuve que salir para ver qué estaba sucediendo, por qué esas detonaciones. Cuando llegué al sitio, un grupo de niñas lloraban, gritaban y se lanzaban sobre sobre un cuerpo que yacía en el asfalto”, narró Lisbeth Berrios.

El 19 de mayo de 2014, todo cambió para la profesora Lisbeth Berrios. Para ella, para los alumnos del Colegio Ibero Americano y para muchos en la comunidad de El Junquito. El incidente ocurrió a 200 metros del plantel.

El estudiante de cuarto año de Educación Media, Osmel Adrián Áñez García, tenía 15 años de edad cuando fue baleado en presencia de muchos de sus compañeros de clases.

Otros dos liceístas, menores que él, fueron señalados por los testigos como los culpables y huyeron inmediatamente del sitio. Horas más tardes, los padres de los sospechosos los entregaron a la policía. Se trataba de Gabriel Burgos y Jesús Mayz, de 13 y 14 años de edad respectivamente, estudiantes de tercer año Educación Media.

 

 

“Yo sentí el suspiro final de Osmel. Ahí tuve que apartar a las niñas que lo agarraban y le decían ¡tú estás vivo, tú estás vivo! Les tuve que decir que no, que estaba muerto, que necesitaba que se pararan y se quitaran porque se estaban ensuciando, que iban a entorpecer las investigaciones”, recordó Berrios, quien ahora es subdirectora del liceo.

Como si fuese el primer policía en llegar, la docente se encargó de despejar la escena del crimen y, quizás así, preservar evidencias. Desesperada, gritaba que le trajeran algo, cualquier cosa. Había que cubrir el cadáver. Esa orden también serviría para contener las primeras reacciones de los curiosos: tomar fotos y presumir de ser los primeros en subirlas a las redes sociales.

Mientras esto pasaba, los otros docentes llamaban a las autoridades policiales y se sumaban al esfuerzo de apartar a los niños y adolescentes de la violencia, más allá de lo virtual, en tiempo real. Incluso, habilitaron una salida de emergencia. Sin embargo, la noticia llegó rápido a los oídos de toda la comunidad educativa. Todos querían saber quién mató a Osmel y por qué lo hizo.

 

 

“Ver la sangre salir de su cabeza, escuchar el llanto de su papá, ver la preocupación de los padres de los muchachos que lo habían hecho y tener la angustia porque el forense no llegaba. Eso es algo que nunca se olvida”, dijo la docente, con esfuerzo para mantener la compostura. Cuatro años después, el tema toca las fibras de un drama personal que el asesinato de Osmel revuelve.

La víctima y sus grises

La personalidad de Osmel coincidía con un estereotipo de triunfador: guapo, extrovertido y deportista. Los que lo conocieron aseguran que a sus quince años de edad era uno de los alumnos más populares, solía estar rodeado de amigos y también de muchachas. Sin embargo, al parecer, Osmel también era un cruel practicante del “bullying”.

“Eres super lindo!! tus pestañas son perfectas!!”. Este texto forma parte de los 1.773 mensajes que Osmel recibió en la red social Ask.me, una plataforma en la que los usuarios se hacen preguntas y se responden entre sí.

La popularidad tiene sus grises y en el mundo digital hay espacio para todo. El anonimato de las redes sociales permitió a unos cuantos muchachos mostrar su desagrado hacia Osmel. “Un solo rostro???no seas cobero...tas claro q tu falsa personalidad se amolda a las situaciones”, le escribió alguien más. Todos los mensajes eran respondidos por el quinceañero, ya sea con desdén, insolencia o incluso con una amenaza.

Osmel estudió desde primer grado de educación primaria hasta tercer año de educación secundaria en la Unidad Educativa Gustavo Padrón, ubicada en el kilómetro 12 de El Junquito, en la urbanización Luis Hurtado, donde también residía. Desde sus primeros años de vida destacó entre sus compañeros por el espíritu alegre y bochinchero que, aunque desesperaba a sus maestros, lo convirtieron en un personaje inolvidable.

“A Osmel todo el mundo lo quería, todo el mundo lo buscaba y las chicas también. Se volvían locas por él, era agradable y bien parecido. Además era mamador de gallo. Tenía todos los ingredientes para ser el más popular”, recordó Gustavo Padrón, hijo del fundador de la institución, docente y actual director del colegio.

 

 

Padrón también guarda en su memoria todas las veces que tuvo que citar a su representante debido a la conducta de Osmel. Aunque tenía la atención de todos, no parecía ser suficiente para él. Según sus docentes buscaba resaltar y muchas veces con un mal comportamiento.

“Tuvo algunos problemas de disciplina en la institución. Llegábamos a un acuerdo con el niño frente a la madre, pero cuando ella se iba él rompía el acuerdo. Un día, la señora de mantenimiento acababa de limpiar el piso y Osmel de una patada derramó toda la basura, incluso un jugo o un refresco que estaba allí. Tuvimos que llamar a su mamá. A ella no le gustó que lo regañáramos y no pudimos llegar a un acuerdo para sensibilizarlo juntos”, aseguró el director del Gustavo Padrón.

Pese a los continuos llamados de atención del director y sus profesores, todo el cuerpo docente y estudiantil reconocía su talento. Dicen que el deporte era lo suyo, específicamente el fútbol y que pocos juegos terminaban sin un gol de Osmel. La cancha de la urbanización Luis Hurtado era el escenario donde la posición de delantero le permitía captar las miradas de todos, la admiración de los varones y los suspiros de las adolescentes. Allí él era el héroe. Cuatro años después de su homicidio, todavía se juegan partidos en su honor.

Los abrazos de Osmel son detalles que Solsiré Rivas guarda. Ella fue su maestra de tercer grado de educación primaria y pudo ver su desarrollo hasta la adolescencia. “Fue un muchacho que siempre nos abrazaba, no tenía ese rechazo hacia los profesores de primaria típico de los adolescentes. Era muy afectuoso”, reconoció.

Osmel era hijo único de Adriana García de Áñez y Osmel Enrique Áñez. Ella abogada y él conductor de un Jeep que prestaba servicio de transporte para las comunidades de Luis Hurtado y La Yaguara. “Nunca le faltó nada, sus padres velaron por él, porque no pasara necesidades”, dijo Dayrelis, prima paterna del quinceañero, y la única familiar que pudo ser contactada y que accedió a hablar de Osmel.

Esa afirmación aparece como el complemento de las memorias de Rivas y Padrón: “Traía desayunos abundantes y los niños estaban pendientes de qué traía él para intercambiarse la comida”, “era el que tenía las mejores vacaciones, solía viajar mucho con sus padres”, “su mamá no escatimaba a la hora de disfrazarlo para los carnavales”.

 

 

Para los que lo querían incondicionalmente, lo que practicaba Osmel no era bullying, sino simple “echadera de broma”, “para hacer reír a los demás”. Su prima así lo aseguró y resaltó que el joven “no le hacía mal a nadie”.

“Estamos en un mundo muy violento. Se empieza con una echadera de broma, se pasa a la agresión verbal y luego a la agresión física. No todo el mundo está de ánimo para aguantar el bullying”, consideró Padrón, el director del instituto en el que Osmel pasó nueve años escolares.

Luego del incidente de la papelera, de la desconsideración de Osmel con la bedel, los padres decidieron cambiarlo de colegio y lo llevaron al Colegio Ibero Americano. Su integración en el lugar no fue difícil, porque su popularidad trascendió las paredes de la Unidad Educativa Gustavo Padrón. Pero, “la misma conducta que tenía aquí, llegó allá”, adelantó el director de su primer colegio.

El estirón de la liga

“Siempre cuando se estira la liga suceden cosas”, sentenció Rivas, la maestra de tercer grado.

A cuatro años de los hechos, las versiones del homicidio de Osmel varían según quien las cuente. Para los profesores del Gustavo Padrón, una pelea por un partido de fútbol en el que él alardeaba de ser el mejor desencadenó una serie de hechos violentos que terminaron en el homicidio del quinceañero.

Para los docentes del liceo Ibero Americano, donde ocurrieron los hechos, los constantes abusos cometidos por la víctima hacia Gabriel Burgos causaron el conflicto: “Son muchos los comentarios de pasillo, pero salió uno que es el que nos atañe más a los profesores, que es que tanto Osmel como otros compañeros, se burlaban del papá del niño Burgos, quien tiene una discapacidad motora. Aparentemente por ahí viene la molestia de los niños. El otro compañero (Jesús Mayz) no sé de dónde sacó un arma en su casa y aupó la ira del otro”, explicó Lisbeth Berrios, subdirectora encargada del colegio.

 

 

La historia oficial, según una publicación del Ministerio Público el 21 de mayo de 2014, es que Burgos y Mayz se quedaron en las inmediaciones del plantel cuando Osmel se acercó y les propuso resolver sus problemas a golpes. El liceísta se percató de que Burgos estaba armado y le quitó la pistola; sin embargo, se la regresó porque pensaba que era de juguete. Fue en ese momento en el que Burgos le disparó a Osmel.

Un allegado a Mayz, quien pidió no ser identificado, dio más detalles en esta versión. “Los muchachos se vieron sometidos a cada rato con el bullying. El papá de Jesús era funcionario del Estado y tenía en casa un parque de armas para sus escoltas. Este muchacho logra el acceso, para defenderse de Osmel. En la discusión, Osmel les da lepes (golpes) y a Burgos y se le cae el armamento. ‘¡Qué!, ¿me vas a matar con esta pistola de juguete?’, le gritó Osmel y con la ira, Burgos la detonó en su contra”, narró la fuente.

La prensa amplió la gama de versiones. Según el Diario La Voz, Osmel intentó mediar entre sus agresores y un compañero, que discutían por un partido de fútbol. Así lo confirmó José Torrealba, amigo del liceísta por tres años. De acuerdo a su relato, Osmel no entró a clases después del recreo; se quedó jugando fútbol en la cancha del liceo. Allí estaban Mayz y Burgos, quienes tuvieron un conflicto con otro adolescente en el que intervino Osmel. “Burgos y el otro muchacho les dijeron que los iban a joder”, detalló Torrealba.

Agregó que éste fue el origen de la pelea, que más tarde tuvo lugar a 200 metros del plantel. Cuando Osmel y Torrealba salieron del liceo, Burgos y Mayz ya discutían con otro estudiante. “Yo le dije a Osmelito que nos fuéramos. Al chamo Burgos se le soltó un tiro, o fue que no supo controlar la pistola. Dolió mucho ver al negro tirado en el piso y yo sin poder hacer nada, con el desorden y todo el escándalo. No vimos por dónde se metieron Burgos y el otro muchacho”, recordó.

Más tarde los dos adolescentes implicados fueron detenidos por funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). Se habían refugiado en casa de Mayz, de donde había salido el arma. El padre del joven en ese momento era concejal del Municipio Independencia del estado Miranda, por la coalición oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela. Su nombre es Félix Mayz, quien ahora milita para un partido opositor: Avanzada Progresista.

La subdirectora Berrios vio cómo el padre de Burgos asumió la situación con responsabilidad: acompañó a su hijo a la comandancia del kilómetro 12 y, con resignación, lo entregó para que fuese investigado, juzgado y sancionado.

Después de la investigación de rigor, la fiscal 112º del Área Metropolitana de Caracas (AMC) con competencia en materia de Protección Integral de la Familia, Amis Mendoza, acusó a Burgos, a sus 13 años de edad, como autor material inmediato en la ejecución del homicidio calificado con alevosía y motivos fútiles; mientras que el joven de 14 años fue acusado como cooperador necesario en dicho delito y ocultamiento de arma de fuego.

Fueron enviados a la Entidad de Atención a los Adolescentes en Conflicto con la Ley Penal Ciudad Caracas, ubicado en El Cementerio, parroquia Santa Rosalía de Distrito Capital, y allí pagaron condena. Finalmente, Mayz quedó en libertad, su familia migró a Mérida y actualmente se sienta en las aulas de una universidad; mientras que Burgos se fue del país. “En noviembre de 2017 vi al padre de Burgos que pasó por el colegio a retirar las notas certificadas y otros papeles”, manifestó la subdirectora del Colegio Ibero Americano.

Lidiar con el duelo

La parroquia El Junquito tiene una tasa de 156 homicidios por cada 100.000 habitantes, según el último Anuario de Mortalidad del Ministerio de Salud (2013), y se encuentra en la segunda ciudad más peligrosa del mundo según el estudio Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal de 2013. De acuerdo a este informe, El Junquito supera en 22 puntos a la tasa de homicidios de Caracas.

 

 

Quizás por esta razón, cada uno de los habitantes tiene al menos una historia de violencia criminal que contar. Sin embargo, la muerte de Osmel tocó de cerca a la comunidad educativa del sector y trajo consigo un coletazo más de violencia: la rivalidad entre dos grupos.

“La tristeza invadió la institución y los alrededores. Tuvimos clases normal al día siguiente, pero muchos alumnos no asistieron porque querían acompañar a Osmel en su entierro. Allí hubo personas de todo El Junquito, quienes lo vieron jugar fútbol, quienes lo conocieron”, manifestó Gustavo Padrón, el director del colegio anterior de Osmel.

Pero en el liceo Ibero Americano otro ambiente se vivió. Además del luto, los profesores tuvieron que suspender las clases por tres días para evitar riñas entre los alumnos. Unos defendían a Burgos y Mayz, ambos alumnos del tercer año , y otros rechazaban el homicidio de Osmel, quien cursaba cuarto año.

“Enterarme de quién había disparado fue un asombro, porque ambos eran niños tranquilos. Nunca tuvieron conflictos que ameritara una sanción. No eran azotes como se quiso propagar”, aseveró Lisbeth Berrios, subdirectora del Ibero Americano.

Los días siguientes el cuerpo docente tuvo que abrir espacio en sus clases para incorporar el acompañamiento de especialistas en la Ley Orgánica de Protección para los Niños, Niñas y Adolescentes (Lopnna). Miembros de la iglesia evangélica ofrecieron charlas para trabajar la convivencia entre los alumnos y los valores del respeto a la vida y a la diferencia.

Berrios decidió discutir con sus alumnos las consecuencias de dejarse llevar por los sentimientos de rabia y venganza. Explicó que entre los dos cursos hubo recelo, aún después de que el grupo de Osmel salió de la institución. Ella insistía en lo lamentable de tener a compañeros detenidos y apoyaba a los que querían enviar cartas a Burgos y Mayz para animarlos.

La subdirectora usó su dolor propio como herramienta pedagógica: “A mi tía la mata mi primo, uno de sus sobrinos, porque no tenía dinero para comprar droga, no sé. Estuvo sentado tres días frente a su casa, para que nadie se diera cuenta. Al referirle esa experiencia tan personal, les explicaba a los alumnos que yo no podía actuar por mis manos y que solo Dios iba a tomar la decisión de qué hacer con mi primo. Yo no puedo quitarle la vida a él, como justicia”, describió.

En el Ibero Americano y en el anterior colegio de Osmel el hecho se transformó en un ejemplo de lo que se debe evitar, y ahora sale a relucir cada vez que hay conflictos entre los alumnos. “Les decimos ‘miren lo que sucedió, dejen esos juegos, nosotros tuvimos a un muchacho que por estar con esos juegos lo mataron’. Todavía uno lo recuerda”, aseguró Padrón.